lunes, 12 de octubre de 2009

LA CASA ANCESTRAL



Para los ingleses “house” es un lugar definido, sin embargo “home” es algo impreciso, algo intangible pero que irremediablemente describe un entorno, un “no lugar” inmenso que irradia calor profundo, que abrasa en sentido de lazo, que une y cobija, que ampara y protege, que fabrica incansablemente amor, el que reparte generosamente y que es alimentado permanentemente del mucho sobrante. Eso es “home”, es el hogar, el lar, ese lugar único para todo ser.
Físicamente “la house” en su descripción puede ser cosa bien distinta. Ésta casa que yo te describo es un pajar, edificado en piedra seca de doble pared y sostiene el techo grandes y robustas vigas de tea. No hay decoración, la necesaria instrumentación imprescindible en la cocina, los teniques en el fogón de leña, los camastros en la única estancia familiar. No me preguntes que milagros acontecía para el acomodo de toda la familia en tan poco espacio. No lo recuerdo con exactitud, tampoco quiero hacer el esfuerzo de recordarlo. Merece sólo la pena recordar los momentos felices, que fueron muchos, aunque efímeros, aún en medio de las dificultades.
Como habrás observado ya, eso es el campo, cualquier lugar que tu imaginación logre recrear. Hay olor a leña, a fruta fresca, acomida en el puchero exhalando divinos vapores que te llaman, que te atraen.
Los pocos animalitos que posee la gran familia “pastorean” a su libre albedrío, sin tapias ni enrejados. La chiquillería juega sin descanso con cualquier cosa. La jugueteria se fabrica “in situ” con los abundantes materiales que la naturaleza ofrece con apabullante generosidad. Hay de todo, no sabemos lo que falta, quizás porque no lo conocemos. No hay contaminación de ningún tipo y nuestro entorno es azul y verde, rojo en las mejillas y el corazón, porque la sangre abundante bulle por salir de nosotros y desparramarse, es sangre fuerte, es como un germen de hematocrito en cada plaqueta que contará historias varias en el futuro, en cualquier lugar, quizás en otra tierra.
La casa es eso que te cuento, materiales inertes propios del lugar.

martes, 6 de octubre de 2009

LAS RAICES EN LA TIERRA



Nuestro entorno no es original, al contrario, es tan común que relatar los primeros años en la vida de cualquiera de nosotros podría parecer pretencioso en el relato. La infancia y el ambiente familiar se repite indefectiblemente como un calco, una copia repetitiva en cualquiera de nosotros.La morada es humilde al extremo, la prole extensa y el alimento frugal, monótono y escaso. Convivimos padres, hermanos, abuelos y algún agregado espontáneo que nunca falta. No se reparte bien el pan, se reparte bien en cambio el hambre que jamás nos abandona.


El progenitor trabaja en la fábrica, el abuelo en el campo exprimiendo la tierra que riega con sudor, ninguno fue a la escuela pero poseen la sabiduría innata que yo no tengo porque yo si voy a una escuela. La escuela está contaminada por agentes psicológicos extraños que ayudan a confundirnos y en el transcurso del tiempo averiguamos los yerros en que nos han hecho tropezar, esa es otra historia.El ambiente es rústico, la educación paternal estricta, la fraternidad es de amplisimo espectro y el amor familiar grande, muy grande y de la mejor calidad.El padre es aglutinador, como un pulpo con infinitos tentáculos que lo abarca todo. La madre es ejemplar en abnegación y trabajo. Físicamente bellos ambos. Se suceden las paradojas. A un tiempo te cobijan, como la gallina a los polluelos y al tiempo te sacuden las entrañas cuando no te acomodas a los criterios establecidos, como en una especie de fuero marcial. Yo, podría ser cualquiera, te cuento las vivencias acaecidas en aquel ya lejano momento que rememoramos, no sin excedente dosis sentimental, mezcla agridulce, como limonada con guarapo que gusta y refresca y sin embargo ripia al paladar.


Retomaré la narración mas adelante.

domingo, 4 de octubre de 2009

MIGRANTES


El bergantin se descuaderna por momentos, las olas embravecidas por el fuerte viento de costado amenazaba virar del revés la frágil embarcación, las velas en jirones apenas resistían el brutal empuje de Eolo. Llevábamos mas de cuarenta días en alta mar, escaseaba el agua y la exigua comida envasada en las cajas de madera y sacos de algodón hacía días que había desaparecido. Nos manteníamos, casi esqueléticos, del poco pescado que conseguíamos izar a bordo.

Habíamos salido, precipitadamente y de forma furtiva, de las “Afortunadas”, de una de ellas, no importa cual, todas son una sola y un solo destino las une. Tiene historias, muchas, desconocidas casi todas, tergiversadas las más. Quién latinizó la “Fortunae” vivió, desde luego, una era diametralmente distinta a la actual. Increíblemente vemos tierra, las soñadas Antillas, islas también “nuestras”.Todos somos jóvenes, muchos imberbes, pero todos animosos soñando con una nueva vida, vida en libertad y prosperidad. Vamos a dejar el fantasma del hambre, la penuria y miseria atrás, para siempre.


Allá quedaron los nuestros, hermanos, padres, toda la parentela y los amigos. Quizás quedó algo más que llevo en confusión en la mente, quizás en otro órgano vital reconocible, no sé. La esperanza de una nueva vida, mas grata, nos ha empujado a todos a la aventura, a lo desconocido, la tierra de porvenir nos espera.

Te iré contando mas.