Nuestro entorno no es original, al contrario, es tan común que relatar los primeros años en la vida de cualquiera de nosotros podría parecer pretencioso en el relato. La infancia y el ambiente familiar se repite indefectiblemente como un calco, una copia repetitiva en cualquiera de nosotros.La morada es humilde al extremo, la prole extensa y el alimento frugal, monótono y escaso. Convivimos padres, hermanos, abuelos y algún agregado espontáneo que nunca falta. No se reparte bien el pan, se reparte bien en cambio el hambre que jamás nos abandona.
El progenitor trabaja en la fábrica, el abuelo en el campo exprimiendo la tierra que riega con sudor, ninguno fue a la escuela pero poseen la sabiduría innata que yo no tengo porque yo si voy a una escuela. La escuela está contaminada por agentes psicológicos extraños que ayudan a confundirnos y en el transcurso del tiempo averiguamos los yerros en que nos han hecho tropezar, esa es otra historia.El ambiente es rústico, la educación paternal estricta, la fraternidad es de amplisimo espectro y el amor familiar grande, muy grande y de la mejor calidad.El padre es aglutinador, como un pulpo con infinitos tentáculos que lo abarca todo. La madre es ejemplar en abnegación y trabajo. Físicamente bellos ambos. Se suceden las paradojas. A un tiempo te cobijan, como la gallina a los polluelos y al tiempo te sacuden las entrañas cuando no te acomodas a los criterios establecidos, como en una especie de fuero marcial. Yo, podría ser cualquiera, te cuento las vivencias acaecidas en aquel ya lejano momento que rememoramos, no sin excedente dosis sentimental, mezcla agridulce, como limonada con guarapo que gusta y refresca y sin embargo ripia al paladar.
Retomaré la narración mas adelante.