Esta casa donde vivo es una morada ancestral. Edificación rústica, no puede ser de otro modo, el tiempo de hechura es muy dilatado y el material escaso. Las anchas paredes son sólidas, piedras labradas a mano alzada, colocadas hábilmente por manos maestras, piedra sobre piedra, calzadas a veces con finas cuñas del mismo material. Estucadas las paredes con fina arena, extraída del barranco mas cercano, depositada allí por la torrentera de la lluvia pertinaz, mezclada con cal apagada previamente, formando así un mortero capaz de resistir a los siglos.
El basamento está estratégicamente calculado, las esquinas son bloques finamente trabajados y colocados transversalmente para dar fuerza a ambas paredes. Las escasas puertas y ventanas, ventanucos de mala ventilación, casi siempre, están dotadas de una base, también de piedra porosa, de dimensiones espectaculares.
La techumbre se elabora a base de vigas de tea, madera casi incorruptible, que se irán hilando de pared a pared sobre una gran viga maestra que soportará todo el peso.
Los despojos del trigo, cebada y otros cereales se han guardado para la ocasión, se hacen haces que se atan con el mismo material. La colocación debe ser estratégicamente meditada, se colocarán de abajo arriba, hilera por hilera, fuertemente adosadas al maderamen, si la economía lo permite se pondrán tablones previamente. Al final, una especie de gran moño rematará la techumbre.
El interior es un simple rectángulo, sin divisiones de obra. Si la economía lo permite se elabora una troja en altura que servirá como deposito de granos.
Los
Los camastros son versátiles, de quita y pon para la prole, los mayores tienen sitio asegurado con antelación.
No hay electricidad y la iluminación se consigue, con quinqué, velas o el maloliente carburo.
Huelga decir que no dispone de cocina ni baño. Se cocina fuera, sobre los teniques, algo mas ventilado, para que el humo suba rapidito al cielo y Dios vea las precariedades. Las necesidades perentorias no se sabe con exactitud donde se evacuan, bañarse, empresa cotidiana, se realiza en un rincón protegido de la intemperie, aunque el frío está totalmente garantizado.
La situación geográfica es incierta, casi siempre a la vera de una barranquera, dorsal desnivelado con fuerte inclinación, los espacios planos son escasos.
Aquí afuera la naturaleza es explosiva, el verdor lo inunda todo con ricos matices, huele al mismo tiempo a humo y a hierbas aromáticas, que crecen silvestres en derredor, tomillo, laurel o perejil. Pero también huele a gañanía, a corrales, a gallinas y cabras. Es una naturaleza bruta y despiadada donde condutar el condumio es una necesidad perentoria, casi de vida o muerte.
Como no hay perro sin pulgas, la familia es numerosa y hay que repartir los haberes meticulosamente. Como si generala de un ejercito se tratara, la matriarca parte y reparte adecuadamente, al viejo sin dientes sopa con legumbres, al trabajador de la casa, por una vieja rencilla de Dios con Adán, le toca el sufrimiento de ganarlo a la fuerza y regarlo con copioso sudor, de todo lo que haya disponible ese día, a la menudencia, gente bajita, escachadito pa que lo coman bien, al mas chiquito teta y mas tarde teta.
No hay platos ni cubiertos para todos, generalmente se come al unísono, de un mismo recipiente, llámese escudilla o lebrillo, el mas veloz en tragar come mejor, los rezagados se quedarán fallos.
Esto es en síntesis una casa canaria, falta por describir las ánimas de la casa, cosa que haremos en otro apartado.