jueves, 15 de abril de 2010

LA MARAVILLA SALADA



Todas las metáforas se hacen elocuentes y cobran vida por si mismas en el ambiente abrumador y fascinante. Abre los ojos, no sin temor, ante lo desconocido. Su cerebro no asimila de forma rápida la sorpresa que se abre ante él. Es una gloriosa sinfonía de luz y color, las sombras se difuminan sin cesar y las luces cambian, mudan y desaparecen en el enorme y cambiante caleidoscopio.

Estrellas fugaces asustan a las sombras que huyen. El espectro de color es infinito, predominan las variantes de verdes y azules, los rojos y amarillos sitúan las notas de contraste. Todo es movimiento en derredor, movimiento ondulante y fugaz, nada parece permanecer en quietud constante. Acá el espíritu se inquieta, pero al momento pierde su esencia y se integra en el mágico mundo circulante.

Estrellas sin luz propia la reciben del astro y resplandecen con su color, seres diminutos deambulan pululando por doquier, huyen y se esconden, otros se pasean mostrando su esplendor de colores espectaculares, los hay con una infinita gama de grises que los hacen parecer bellos, dinámicos y estilizados en toda su apariencia, también los hay inmóviles como aparentes pedruscos, que no lo son.

Todo es vida , furtiva a veces, vital toda. Extasiado en la contemplación, aunque breve, no se da cuenta, algo pasa repentinamente, ¡falta el aire!, no puede respirar y sus núbiles pulmones suplican con urgencia su dosis vital. Tiene que emerger con súbita rapidez.

Ahora sentado en una roca espera con impaciencia a que salgan las branquias de su cuello.