Experiencia es todo aquello que se acumula a lo largo de la vida en lo mas recóndito del ser. Si la vida es corta el trayecto es menor, si por el contrario es larga, el cúmulo de acontecimientos puede ser abrumador. El espectro de tales es variopinto pues depende de infinidad de circunstancias que marcaran el devenir de tu vida. De cualquier modo todas, o casi todas, harán marcas, dejaran huella, semejante a la viruela como muesca imborrable, otras se desvanecerán como el vapor, unas serán dulces como miel y otras amargas como la hiel.
Los trasiegos de tu sangre son a la vez virtud y lastre, los fantasmas del pasado afloran con incómoda nitidez, a la vez que dulces quebrantos se suceden para rememorar tus mejores tiempos de aprendizaje, empujados por la inocencia de los primeros tiempos que te poseerán para siempre.
La experiencia es el ancla que llevas atada a tu cuello desde el momento de tu nacimiento y que no existe forma de deshacer. Solo tu constancia y tu trabajo hará que en el tiempo se haga mas liviana. Las circunstancias que te rodean continuamente, acechándote en cada esquina para rasgarte a dentelladas, son un chantaje que te aborda sin descanso.
Atrás quedan las madrugadas viajeras, casi boreales, templadas y amables, en los interminables itinerarios, oyendo una tonada campesina y el instrumento sonoro que se coló en tu memoria. La música te acompañó siempre, en los encuentros y los desencuentros, en la inmensa llanura y a la orilla del mar, cruzando ríos o trepando selvas, explorando siempre, durmiendo al abrigo de la luna, queriendo mas. Las notas claras de esas amadas melodías rudas y bellas , los indefinibles paisajes, tan diversos que se han colado por tu retina y se han alojado en lo mas recóndito de cada neurona, esas vivencias no te las roban, son tuyas y te pertenecen, te adormeces soñoliento reviviendolas con denostada pesadumbre de un tiempo que no volverá jamas.
La cárcel del deber te aprisiona, rumias la rabia de no ser sabio, prudente y objetivo.Tu y los tuyos han estado siempre en movimiento, cruzando el gran charco una y otra vez en ambos sentidos, cruzando todos los mares y aposentando todas las tierras, latitudes y paralelos diferentes.
Cuando la tierra te niega tus derechos levantas el vuelo, con la vieja maleta del abuelo o con el hato al hombro reemprendes de nuevo el camino que ellos trazaron con anterioridad. Ignoras como empezó todo, en que lugar te hallas, cual es tu lugar, donde y como nacistes, si blanco, mestizo, indio o negro. Has pagado con creces el tributo de sangre.
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