Su mayor ilusión era poseer su propia bicicleta, pero Elttio, que así se llamaba, había nacido, como se dice ahorita, en lugar equivocado, en un momento inadecuado y no digo que en familia equivocada porque no es así, sin embargo la humilde familia no se podía permitir lujo alguno. Mas que una vital necesidad, la alimentación así podía considerarse.
No se trataba de un niño especial si por este sentido se explicara que fuera superdotado o algo parecido, era un petiso normalito, algo callado e introvertido, cargado de gran sentimentalismo hacia todas las cosas que le rodeaban.
Mientra observaba como sus convecinos, algo mas holgados, disponían de objetos, que hoy llamaríamos de consumo, él simplemente miraba embelezado quizás soñando con el momento de la posesión de determinado artilugio, de juego generalmente.
De entre los cachivaches que le llamaban la atención destacaba con gran diferencia la dichosa bicicleta, otros toys quedaban relegados a segundo plano y mas.
Ignoro como, donde y en que forma, Elttio se encontró un día delante de un cacharro que parecía haber sido en sus mejores tiempos una bicicleta, botada seguramente como inservible por alguien a quién ya no le daba utilidad alguna.
Reaccionó rápidamente y se hizo con su preciado vehiculo de forma inmediata. El trasto no tenia la elemental cadena de trasmisión, no había gomas, cauchos o como quiera llamarse, solo llantas oxidadas, no tenia asiento, era el menor de los males, la oxidación tampoco era obstáculo, se contentó enormemente con su hallazgo y fue corriendo a probar su vehiculo a músculo vivo.
La falta de cadena seria sustituida por sus “potentes” piernas, en cuanto al asiento, con una tablita bien acomodada que no se moviera bien pudiera servir como reposadero.
¡Había que verlo! A toda velocidad cuesta abajo y púyalo que va en bajada, para arriba abría que remolcarla a pata. Era feliz cuando después de muchas carrera de idas y venidas, el sudor mojaba su pelo claro y su carita casi redonda, con mofletes rojizos símbolo de salud al tiempo el aire fresco revoloteaba en su faz.
Es preciso guardarla en lugar seguro donde nadie pueda sustraer su preciado tesoro para ir a disfrutar de la velocidad al día siguiente y al siguiente.