jueves, 10 de mayo de 2012

EL SER QUE HABITO



Las esferas celestiales interpretan su eterna melodía, notas infinitas que llegan a nosotros con nitidez. Nuestro sentido del oído es como el dial de un aparato de radio, debe estar sintonizado adecuadamente.
Es necesario abstraerse de los ruidos cotidianos en nuestro entorno, el espíritu tranquilo y sosegado, la luz tenue, el ambiente relajado, los olores de la naturaleza agradables.
Observa entonces tu entorno mas próximo con placidez, mira las luces reflejadas, los colores dulces, el aire limpio, el murmullo lejano.
No te engañes con visiones que los ojos representan por sí mismos como reales. Las luces fugaces que observas son moléculas lumínicas que retiene la retina por unos instantes y que con el movimiento de la cabeza y parpadeo de los ojos, sin querer, trasladas a otro lugar como un nuevo destello.
En ese instante breve, fluye ligeramente un chorro adrenérgico, la piel se eriza, el cerebro se alerta, el corazón palpita con mas energía, luego lentamente todo vuelve a su reposo natural, se recobra la paz nuevamente.
Continúa observando; la luz mortecina se muda, la hierba se oye crecer, el aire cambia de color, la estancia vibra en armonía, todo está tranquilo, tu espíritu reposa en paz. Las endorfinas fluyen, el cuerpo se relaja y todo se aquieta.
El lugar que habitas no es etéreo, miles de átomos sabiamente dispuestos lo componen, es materia y energía, en completa sinergia, es la dualidad compensada.
Si tienes un animalito préstale atención, notaras que a intervalos mira fijamente un punto que a nosotros nos parece abstracto e invisible, la mirada parece perdida al infinito, no obstante se centra en un punto concreto que le llama la atención, no se inmuta y permanece en el mismo lugar, tranquilo.
Percibe quizás lo que, nuestro dial cerebral y nuestros ojos y oídos mas atróficos, son incapaces de percibir, solo notamos algo inconcreto que no sabemos descifrar.
La materia que nos rodea no es tan densa como creemos, todo está en movimiento perpetuo, cronos pasa y nos deja, las esferas mudan de lugar, siempre para acompañarnos con su música eterna, sin fin.
Solo la observación minuciosa nos hace participes de la armonía infinita de la creación, mirar y ver.
Sentir las dimensiones, que no son solo tres, las que observamos sin ser conscientes.


Las luces cambiantes que nos rodea, la suave melodía y el calor nos acompaña, están ahí para nosotros. Algo nos acompaña siempre, no nos abandona ni en la mas triste soledad, está con nosotros para proporcionarnos la paz elemental.

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