lunes, 11 de noviembre de 2013

UNA PATA




Juan, Lucas, Antonio, Pedro, Cristobal y otros amigos iban de regreso de un agotador día de trabajo en algún lugar fortuito, digo fortuito porque no tenían lugar fijo de trabajo ni ejercían profesión reconocida alguna. Iban de acá para allá como los turroneros.
Como digo, de regreso de un larguísimo día de trabajo, agotados por la canícula de los meses estivales, descubren un lugar límpido rebosante de fresca agua, sin pensarlo mucho se desnudan y entran en el agua.
Retozan entre bromas durante un buen rato hasta que los retortijones de la barriga le anuncia que es hora de comer.
Se disponen a salir del agua, secarse como buenamente puedan, con el calor reinante no es obra dificil, deciden vestirse y partir.
Cada cual escoge la ropa que había tendido en un lado, por último calcetines y zapatos, pero caracha, a Juan le falta un zapato, tiene solo uno en la mano y el otro no aparece.
Después de mucho buscar, aturdidos quizás por el fuerte calor, alguien repara en que Juan tiene una sola pierna y por consiguiente solo tiene un zapato.
Se ríen a carcajadas del despiste grupal, nadie se había dado cuenta.
Retoman el camino del próximo restauran donde contaran, unas y otra vez, la anécdota del zapato faltante.




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